Al hablar de ansiedad siempre pensamos en adultos agobiados, estresados y llenos de miedos, pero casi nunca pensamos que la ansiedad puede afectar a los niños. Sin embargo, desde que empezó la pandemia los casos son cada vez más comunes y las familias tienen más consciencia de que sí es posible que los niños sientan ansiedad ante la incertidumbre. Esto ha permitido que busquen las causas de la ansiedad, las comprendan y las aborden para acompañar a sus hijos a transitar de mejor manera los momentos más desbordados emocionalmente.
La educación presencial se puso en pausa por mucho tiempo, lo que llevó a que se interrumpieran las clases, los juegos con amigos y otras rutinas importantes para los niños. Han estado encerrados mucho tiempo sin salir y han vivido los problemas de sus papás y mamás de una forma más cercana. A causa de esto se han visto retrocesos atípicos en el desarrollo como ir al baño o dormir, o cierta dificultad en el momento de controlar la ira, la tristeza y la ansiedad. Las pataletas han aumentado, las conductas desafiantes han aparecido con más frecuencia y la poca tolerancia a un “no” se ha vuelto recurrente. La incertidumbre al futuro tiene consecuencias mentales tanto en los adultos como en los niños, y uno de los trastornos más frecuentes es la ansiedad. Pero ¿qué es la ansiedad y cómo los afecta?
La ansiedad es un trastorno psicológico que se caracteriza por la sensación de miedo fuerte y continuo a que sucedan algunas situaciones que el niño percibe como peligrosas, probables y ante las que se siente indefenso. Por lo general este miedo es tan fuerte, frecuente y descontrolado que empieza a afectar su vida cotidiana. Los síntomas que podemos ver en los niños que están sintiendo ansiedad son variados, pero entre estos pueden estar: no controlar esfínteres cuando ya había aprendido a hacerlo, temor a separarse de sus padres o cuidadores, elevada inquietud y comportamientos más impulsivos. Es común que los niños no puedan verbalizar sus emociones y por eso pueden demostrar su ansiedad de esta manera.
Enfrentar la ansiedad puede ser complejo para todos los miembros de la familia pues puede confundirse con un mal comportamiento y puede llevar a pensar que el niño tiene un temperamento difícil. Siempre es necesario intentar comprender qué se esconde detrás de un “mal” comportamiento, preguntarse qué lo está causando y acompañarlo a sentirse mejor, enseñándole a controlar sus emociones, reconociendo sus miedos y ayudarlo a entender qué los puede estar causando. Es importante no evitar lo que le causa ansiedad, sino acompañarlo a enfrentar el miedo. Así mismo, respirar junto a él, actuar de manera tranquila para que sus neuronas espejo se activen y haga lo mismo que la persona que lo está acompañando. También es importante permitirle que hable sin miedo de lo que siente, de lo que lo atemoriza; darle un abrazo, validar la emoción y empatizar con su emoción lo hará sentir tranquilo y confiar en sus padres para expresar lo que está viviendo.
Finalmente recuerden que nuestro estado emocional será el estado emocional de nuestro hijo; la calma que tengamos será la calma que él va a tener. Somos la mayor fuente de seguridad y bienestar de nuestro hijo y nuestra calma o nuestra angustia inciden directamente en su tranquilidad.
En este momento todos tenemos miedo, incertidumbre y una gran carga emocional. Los niños también sienten miedo, tienen preguntas y no siempre hablan acerca de lo que están sintiendo o pensando. Seamos empáticos, solidarios, y amorosos cuando pierda la calma, es ahí cuando más nos necesita. Hagámosle saber que estamos ahí para él, que lo que está sintiendo es normal y que se le va a pasar.
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